No queremos caer en los lugares comunes en relación al turismo: que es uno de los sectores de actividad más importantes a nivel global; que incluso hay países o regiones que dependen en gran medida de éste; que en torno a esta actividad se genera mucha actividad secundaria de alto impacto para la región o el país; y un largo etcétera.
Tampoco queremos centrarnos en la importancia de la calidad de servicio y contar con talentos con una gran formación histórica y cultural (que, por cierto, es relevante), ni en la necesidad de reforzar la infraestructura del país para acoger a los turistas y mejorar su experiencia.
Y, por cierto, tampoco hablar del impacto sanador que puedan tener los viajes como vía de escape o como forma de “cambiar de tema” por un rato, o de sentir emociones fuertes que contrasten con una vida plana que muchas personas puedan estar percibiendo que viven.
Un buen amigo y gran coach chileno, Andrés Freudenberg, dice que existen 4 tipos de participantes en una actividad de capacitación, que perfectamente podemos extrapolar a los turistas cuando visitan un lugar:
1️⃣ Está justamente el TURISTA: va a un lugar, observa los edificios y paisajes, saca muchas fotos y luego se vuelve a su casa.
2️⃣ Está el REPORTERO: además de lo anterior, registra en algún diario de viaje o, para ponernos en los tiempos actuales, en sus redes sociales todo lo que va haciendo y sintiendo durante su visita.
3️⃣ Está el ANALISTA: no sólo registra, sino que adicionalmente, interpreta lo que ve y vive, buscando entender el lugar, a los habitantes, la cultura y/o los hechos históricos, pero siempre sin involucrarse, “desde afuera”.
4️⃣ Y finalmente está el PROTAGONISTA: es aquella persona que entiende que el viaje tiene que ver con ella, con la oportunidad de aprender y crecer en ese viaje.
Es en el protagonista en quien nos queremos concentrar. Es como dice Michelle Gorichón, joven emprendedora de turismo, dueña de “Actitud Soberana”, agencia de viajes con sentido: “No quiero que te escapes, quiero que te encuentres”.
Viajar es una oportunidad para entrar en contacto con gente de otros lugares, desde una aproximación de humildad. Claramente, cada lugar tiene sus costumbres y hábitos, y sobre todo miradas del mundo que le son propias. Podemos ir con la mirada del analista, combinada con la del MISIONERO, que cree que su propia cosmovisión es superior a la de los demás, o ir con la mirada del protagonista, que va con la actitud del NIÑO, que se asombra y quiere aprender.
Aprender no es coleccionar conocimientos, como si uno fuera una enciclopedia. Aprender ocurre cuando uno es capaz de modificar un comportamiento, de modo de crecer, de hacer, pero sobre todo SER mejor.
Cuando uno entra en relación con otras personas, de otros lugares, puede aprender muchas cosas, muy valiosas. Esa es la verdadera oportunidad que ofrecen los viajes. Y cuando uno aprende lo valioso en los demás, aprende también a relacionarse de una mejor manera.
Ciertamente, no es necesario viajar muy lejos para descubrir y aprender estas cosas. Sólo que – si ya están haciendo la inversión en tiempo y dinero que implica viajar – ofrece un espacio que en el día a día es más difícil de lograr. Para ello, sólo se necesita ir más allá del paisaje, del edificio, del parque, o del centro comercial a bajos precios: se debe mirar a las personas y empezar a interactuar con ellas.
Les aseguramos que los viajes con los mejores recuerdos serán aquellos con las experiencias con personas, cómo les hicieron sentir (ellos a ustedes y ustedes a ellos) y lo que aprendieron.
Gracias a todos los que trabajan en el turismo por ayudar a generar las condiciones que permitan esta experiencia.
Y si son dueños de organizaciones turísticas y quieren explorar cómo potenciar esas experiencias de aprendizaje y llevarlas a las relaciones diarias, conversemos.