LAS PERSONAS EN EL CENTRO DE LAS ORGANIZACIONES, PERO EN SERIO

Desde hace ya muchos años existe en Chile la Fundación Desafío de Humanidad, fundada por dos grandes y visionarias personas: Denis Gallet y Pedro Arellano. En ella participan mayoritariamente gerentes generales y gerentes de personas de todo tipo de empresas.

El planteamiento con el que Denis y Pedro le dieron origen a Desafío fue que si queríamos humanizar a la sociedad una buena manera de hacerlo era a través de humanizar aquel espacio donde las personas adultas pasamos la mayor parte de nuestro tiempo despierto: las empresas u organizaciones.

Iniciativas como “Navidad con Sentido”, el “Mes de la Alegría”, el apoyo a organizaciones sociales que buscaban fomentar el desarrollo de las capacidades de jóvenes en sectores vulnerables para que no cayeran en la drogadicción, entre varias otras fueron verdaderas oportunidades de practicar el “poner a las personas en el centro”.

Creemos firmemente en que cada uno de nosotros viene a esta vida a cumplir un propósito, que va más allá de sólo “vivir para pagar las cuentas”. Y que cuando las personas armamos organizaciones también debemos considerar un propósito.

Simon Sinek plantea justamente que una organización debe ante todo definir con claridad para qué existe, para qué hace lo que hace. Y eso no es sólo para ganar dinero. Eso será consecuencia de hacer las cosas correctas y hacerlas correctamente. Y las cosas correctas tienen que ver con la contribución que hacen a las personas (y sus familias), tanto a las que trabajan en ella como a las que reciben sus productos y servicios, a la comunidad en la que están insertas y al medio ambiente.

En nuestra experiencia como profesionales, nos sorprende cómo muchas organizaciones actúan casi como sonámbulas, haciendo y haciendo cosas, desarrollando planes, estableciendo sistemas, y un largo etcétera, pero no saben contestar adecuadamente la pregunta ¿PARA QUÉ ESTAMOS HACIENDO TODO ESTO?

Muchos responderán cosas como “para lograr rentabilidad”, “para sobrevivir”, “porque es lo que se supone que debemos hacer”, u otras respuestas similares.

Lograr ser rentable, desafío para todas las organizaciones, tengan o no fines de lucro, es ciertamente una condición necesaria para poder proyectarse en el tiempo. Condición necesaria, sí, pero no suficiente. Y es una condición, no un fin en sí mismo.

“Sobrevivir” evidentemente es también una condición necesaria para subsistir en el tiempo y poder cumplir con el propósito. Nuevamente, es una condición necesaria, pero no suficiente, y es una condición, no un fin en sí mismo.

Cuando además una organización está en modo de supervivencia, está en modo defensivo y difícilmente puede crecer. Si bien puede haber momentos en que, por ejemplo por la situación económica en una región o un país, puede ser necesario lograr sobrevivir, esto no puede ser una condición permanente, porque significaría que su modelo de negocios o de servicio no está respondiendo a una necesidad real en la sociedad o el mercado.

Si alguien nos dice que hacen lo que hacen porque “es lo que se supone que hay que hacer”, siempre preguntamos de vuelta: ¿se supone según quién?

Seguido luego de otra pregunta: ¿sigue siendo válido hoy ese supuesto?

No sólo preocupémonos de hacer correctamente las cosas. Preocupémonos de hacer las cosas correctas. Y para saber si son las cosas correctas a hacer, debemos mirar a nuestro propósito.

¿Cuál es entonces el propósito de nuestra organización?

Nos hemos hiper especializado y en ese camino hemos perdido de vista el todo, cómo cada cosa se relaciona. Una consecuencia de lo anterior es que hemos priorizado algunos aspectos por sobre el funcionamiento del todo.

Al enfocarnos sólo en aspectos que son más bien requisitos de sostenibilidad, estamos sólo mirando una parte de lo que una organización representa.

Una organización es un sistema, compuesto de personas que se interrelacionan para cumplir objetivos que deben ser comunes o compartidos, porque de lo contrario tiende a su destrucción.

Una organización no se debe sólo a sus accionistas/dueños/mandantes. Por cierto que ellos son importantes. Pero también lo son los colaboradores que trabajan en ella y sus familias; los proveedores y los clientes; la comunidad en la que se inserta y que le otorga (o no) la “licencia social para operar”; y el planeta o medio ambiente.

La vida es de equilibrios, y las organizaciones no son la excepción. Las personas (todos estos stakeholders mencionados) deben estar en el centro de nuestra atención.

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