EL CUENTO DEL LOBO: ¿Cómo construir responsabilidad social de una manera creíble? Primera Parte

Hemos planteado que a las nuevas generaciones (millennial y centennial) les importa mucho el propósito o misión de la organización y del trabajo que desarrollen dentro de ella.

Paralelamente, todo lo que ha ido ocurriendo en el mundo en los últimos años ha ido poniendo de relieve la importancia de una mirada de valor compartido dentro de las organizaciones, donde la preocupación sincera por los efectos de la actividad sobre las comunidades y sobre el medio ambiente y un liderazgo basado en sólidos principios éticos son centrales.

En ese contexto, hay dos noticias que aparecieron durante la semana recién pasada en El Mercurio que dan para pensar cuánto hemos realmente avanzado en esa dirección.

El día Lunes 8 de Agosto, un estudio de Spencer Stuart y Cadem indicaba que uno de cada 3 trabajadores en Chile no les cree a sus líderes en las empresas en lo que se refiere sus valores. Más aún, sólo un tercio percibe que los líderes viven y gestionan sus equipos basados en valores. Adicionalmente, y respecto de la diversidad, “un tercio de las personas dice que no pueden ser ellas mismas en su lugar de trabajo, y más de la mitad de la compañía no aprovecharía la diversidad, ni siquiera por diseño.” (pág. B5, El Mercurio, Lunes 8 de Agosto de 2022).

Por su parte, el día Jueves 11 de Agosto, datos del INE para el período abril – junio de 2022, analizados por el Director del Observatorio del Contexto Económico de la UDP, Juan Bravo, muestran que el empleo de personas no pertenecientes a pueblos originarios ya recuperó el nivel pre-pandemia, mientras que quienes sí pertenecen exhiben un nivel de empleo inferior. Complementariamente, “los pueblos originarios tienen un alto nivel de informalidad laboral, incluso sobre lo que ocurre a nivel general del empleo” (pág. B3, El Mercurio, 11 de Agosto de 2022).

Al combinar ambas informaciones, se puede observar que existe un desafío importante para nuestras organizaciones, en torno a generar liderazgos con una clara y creíble orientación hacia el medio ambiente, la comunidad y la gobernanza centrada en la ética (ESG, por sus siglas en inglés).

Ese compromiso con la responsabilidad social como organización es clave además para lograr lo que se conoce también como la “licencia social para operar”, concepto que ya los sectores mineros y de generación eléctrica en nuestro país (por mencionar un par) conocen bien y se preocupan de implementar.

La invitación es a que los demás sectores la incorporen con fuerza y convicción. Y eso pasa por cómo se ejerce en la práctica el liderazgo.

Esto no se resuelve con hermosas y bien inspiradas declaraciones puestas en vistosos cuadros en la empresa. No es lo que dices o declaras, es lo que haces. En inglés se habla de “walk the talk” (camina lo que dices, sería la traducción literal).

Las acciones comunican con más fuerza que mil palabras. La consecuencia entre los dichos y los hechos es lo que la gente observa. Adonde pones tus recursos (tiempo, dinero, tención) comunica mucho más que cualquier estrategia de marketing interno.

Y el beneficio de entender esto no es sólo credibilidad, y su estrecho vínculo con reputación. Impacta positivamente en la atracción y fidelización de talentos (sobre todo jóvenes, como lo señalamos al inicio), en el compromiso de las personas con la organización, en la cohesión cultural, en el clima laboral, incluso en la probabilidad que sean los propios empleados los primeros en promocionar a la organización (“employee advocacy”, por su denominación en inglés).

¿Cuáles son las acciones que ayudarán a generar esa credibilidad? ¿Cómo debe ser el ejercicio del liderazgo para genuinamente aportar en la consecuencia entre dichos y hechos? ¿Qué ayudará a construir ese compromiso?

Queremos leer sus opiniones en el espacio de comentarios, o nos pueden escribir a conversemos@acordevalor.com.

En la entrega de la próxima semana les comentaremos nuestra propuesta.